
México y Alemania habían sido de los equipos con mejor juego colectivo del torneo, sin olvidar las individualidades que ayudaban a definir en momentos clave. El partido se presentaba reñido. México tuvo la suerte de encontrarse con el gol tempranero pero al parecer eso no le sienta tan bien al equipo mexicano.

Pero si siempre se habla de la lucha y el carácter alemán, esta vez destacó el mexicano. No existen palabras suficientes para destacar la muestra de lucha, garra y esfuerzo de los jóvenes mexicanos en el partido de hoy. Siempre tuvieron que luchar contra corriente y aún cuando todo parecía casi imposible no dejaron de soñar y luchar cada balón como si fuera el último. Clara muestra de la garra mexicana se pudo ver en Julio Gómez. En la misma jugada en la que se abrió la cabeza, demuestra la intensidad con la que estaba luchando cada balón.

México jugaba con diez y tuvo que soportar ciertos momentos de ataque alemán, aunque nada que lograra inquietar demasiado a la defensa. Julio Gómez regresó al campo vendado en la cabeza y con rastros de sangre en la cara, los verdaderos rasgos de la batalla. La herida no había sanado, pero él seguía luchando y jugando cada balón como si estuviera perfecto. Era imposible que el equipo no se contagiara de su determinación y lucha. El equipo empezó a luchar con todo por ese gol que le diera el pase a la final. Los penales no eran la opción, y no se iban a conformar con ellos. Así llegó el momento del que se hablará por mucho tiempo y el cual quedará grabado en la memoria de millones de mexicanos y más aún de los 21 chavos que lucharon por ese momento. El gol de la remontada!
Tiro de esquina. El balón vuela sobre el área y cuando parecía que se escapaba apareció el héroe, Julio Gómez. Estiró su pierna y con una chilena colocó el balón en el ángulo inferior, un auténtico golazo. México estaba en la final y que mejor que con un gol del jugador que hacía unos instantes se había abierto la cabeza en un choque contra el jugador alemán.
